Llegado para ofrecerse a una viciosa dominatrix gay de 25 años, este hombre pasivo está a punto de experimentar el éxtasis. Se deja llevar, se abandona, se ata y se venda los ojos. Comienza el viaje. La domi es tan sexy como experimentada y está claro que sabe lo que hace. Sus manos harán vibrar todo el cuerpo de su dócil compañero. Alternando sensualidad y dureza, severidad y recompensas orgásmicas, pone cachondo al sujeto y lo introduce en el profundo placer del borde. La mirada perversa que pone cuando estimula todo el cuerpo es un espectáculo.