¿Quién dijo que no nos divertimos en el país? Seguramente no estos tres granjeros! No tienen nada para encubrir los chismes de los vecindarios: su granja se ha convertido en una verdadera sala de juegos en la que ponen todo su trasero. Es así, un puño lo es todo! El juego comienza a las dos en una escalera y termina en el medio del heno. Como los cerdos, los chicos se llenan el culo sin ceremonias y nunca dejan de quejarse.